La deuda pendiente del Estado: combatir la soledad de los adultos mayores
La deuda pendiente del Estado: combatir la soledad de los adultos mayores
Aunque poco se habla de
ello, la soledad es hoy uno de los mayores desafíos que enfrentan los adultos
mayores en Paraguay.
Alejados de la vida
social activa y con escaso acceso a políticas públicas que los acompañen, miles
de personas atraviesan sus últimos años en un aislamiento que afecta tanto su
salud emocional como física.
Mientras la población
envejece a un ritmo acelerado, las respuestas del Estado siguen siendo
limitadas y desactualizadas. No hay espacios comunitarios suficientes, las
actividades dirigidas a ellos son casi inexistentes y el transporte público
tampoco está adaptado a sus necesidades. Como consecuencia, muchos adultos
mayores pasan la mayor parte del día encerrados, viendo televisión, sin
compañía ni estímulos que les permitan mantenerse activos.
“Hay un drama que está
frente a nuestros ojos y que no estamos viendo: la soledad extrema en la que
viven muchos adultos mayores”
Hugo Royg, exdirector
del Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social, sostiene que Paraguay
necesita con urgencia una política nacional integral para las personas mayores,
enfocadas no solo en salud física, sino también en salud mental y bienestar
social.
Vidas
aisladas, sin voz ni espacios
Según Royg, la soledad
no distingue clases sociales. Afecta tanto a adultos mayores en situación de
pobreza como a aquellos con mejores condiciones económicas, pero sin redes de
contención afectiva. “Tenemos una sociedad que aún no entiende que envejecer no
es sinónimo de ser descartable”, sostiene.
Un dato alarmante lo
confirma: en un reciente relevamiento realizado en la comunidad del Bañado Sur,
de 2.300 hogares encuestados, al menos 350 adultos mayores necesitan cuidados
diarios. Muchos de ellos viven solos o dependen de vecinos y organizaciones
sociales para sobrevivir.
Además, el país cuenta
apenas con cuatro residencias públicas para adultos mayores, administradas por
el Ministerio de Salud, insuficientes para cubrir la demanda existente. Esto
obliga a muchas familias a enfrentar el cuidado sin apoyos estatales, lo que en
muchos casos también termina en abandono.
“Hay miles de adultos
mayores que solo reciben visitas esporádicas o que, directamente, no tienen a
nadie. Paraguay necesita políticas de cuidado, de salud mental y de integración
social para esta franja etaria. Y no son políticas costosas, requieren
principalmente decisión política”, remarca Royg.
Historias
que reflejan la soledad extrema
Royg recuerda una
experiencia que le marcó durante su gestión en el Instituto de Previsión Social
(IPS). Por la congestión que generaban las largas filas para cobrar
jubilaciones, la institución había implementado la red bancaria para facilitar
los pagos. Sin embargo, un día encontró a un hombre mayor que había ido al
local de cobro un día antes de su fecha.
“Le pregunté por qué
estaba ahí si todavía no le tocaba cobrar y me respondió con algo que me
impactó: ‘Vengo igual, porque las únicas personas con las que hablo en todo el
mes son los cajeros’. Esa frase te hace pensar cuánto sufrimiento silencioso
hay detrás de estas personas”, relata.
Para Royg, estas
historias no pueden seguir siendo vistas como casos aislados, sino como un
llamado urgente a actuar. “Mientras como sociedad sigamos pensando que las personas
mayores solo necesitan una jubilación o una residencia, seguiremos repitiendo
estos errores. Ellos necesitan también redes de afecto, espacios de recreación,
estimulación mental y compañía”, asegura.
Modelos exitosos en el
mundo: ¿qué podemos aprender?
Paraguay no necesita
inventar soluciones, sino adaptar modelos que ya dieron resultados en otros
países. Alemania, por ejemplo, cuenta con un sistema conocido como “vivienda
asistida”, en el cual personas de entre 70 y 80 años pueden acceder, tras su
jubilación, a departamentos adaptados a sus necesidades físicas y funcionales.
Estos edificios no solo
les ofrecen seguridad y confort, sino también actividades comunitarias diarias
organizadas por las municipalidades. Talleres de cocina, gimnasia suave, juegos
de mesa, lecturas y paseos forman parte de la rutina, promoviendo la
socialización y el bienestar emocional.
“El Estado alemán
entiende que los adultos mayores tienen derecho a vivir dignamente, con
compañía, en un ambiente seguro y estimulante. No es un lujo, es una política
pública, tanto nacional como municipal”, explica Royg.
Además, en países como
Japón o España, las comunidades intergeneracionales han ganado espacio. Allí,
los adultos mayores comparten viviendas con jóvenes estudiantes o familias, a
cambio de un alquiler simbólico o asistencia mutua. Esto no solo reduce la
soledad, sino que también fortalece el intercambio de saberes y el
acompañamiento diario.
El desafío en Paraguay:
de la indiferencia a la acción
Royg considera que la
sociedad paraguaya todavía no ha terminado de comprender que el envejecimiento
es un proceso inevitable, pero que la calidad de vida en esa etapa depende en
gran parte de la acción colectiva.
“Lo primero que
aprendemos cuando somos niños es lo último que olvidamos en la vejez. Así como
un niño necesita estímulos, juegos, conversaciones, los adultos mayores también
necesitan actividades, afecto y compañía. La diferencia es que los niños tienen
atención prioritaria, mientras que los adultos mayores son relegados”, lamenta.
Además, advierte que
mientras no existan actividades planificadas para ellos, transporte accesible o
espacios donde puedan compartir con otros, la televisión seguirá siendo la
única ventana al mundo para muchos adultos mayores.
“Y, al igual que un
niño que pasa todo el día frente a una pantalla, esto también atrofia su mente
y su cuerpo”, enfatiza.
Un
cambio urgente y posible
Para Royg, Paraguay
tiene todo para comenzar a revertir esta situación. Solo falta voluntad
política. “No hablamos de grandes inversiones, sino de programas comunitarios,
actividades barriales, centros de día, talleres culturales y redes de
acompañamiento. Todo esto puede articularse entre municipalidades, ministerios
y organizaciones sociales”, sugiere.
“Hoy tenemos adultos
mayores que viven en soledad. Mañana, seremos nosotros quienes estemos en esa
etapa. Lo que hagamos hoy, o lo que dejemos de hacer, marcará el tipo de vejez
que nos espera a todos”, finalizó.
Nota: Gabriela Noemí Tolke
Periodista del SPP y corresponsal
Del Diván en Encarnación Paraguay
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